Susan Mallery


Arenas de pasión

Capítulo 1

SABRINA Johnson tenía arena en los dientes y en muchas otras partes donde se suponía que no debía haber arena.

Había que ser idiota, se dijo mientras se acurrucaba bajo su manto grueso y oía los aullidos de la tormenta. Hacía falta ser tonta para recorrer quinientos kilómetros de desierto adentro y dejar atrás cualquier rastro de civilización, viajando tan solo con un caballo y un camello de carga, en busca de una estúpida ciudad mítica que, lo más probable, no debía ni de existir.

Una ráfaga de viento arenoso especialmente violenta estuvo a punto de hacerle perder el equilibrio. Sabrina se apretó las piernas contra el pecho con más fuerza, apoyó la cabeza sobre las rodillas y se juró que, por muchos años que viviera, nunca volvería a ser tan impulsiva. Ni siquiera un poquito. Ser impulsiva la había llevado a perderse y verse atrapada en medio de una tormenta de arena.

Lo peor de todo era que nadie sabía que estaba allí, de modo que nadie estaría buscándola. Había salido sin decir una palabra a su padre ni a sus hermanos. Cuando no la vieran aparecer a la hora de la cena, darían por sentado que estaba refunfuñando en su habitación o que se había marchado de compras a París. Nunca se les ocurriría que estaba perdida en el desierto. Sus hermanos le habían advertido en más de una ocasión que sus disparatadas ideas acabarían con ella en la tumba. Nunca había considerado que pudieran tener razón.

El calor era asfixiante. Tosió, pero no consiguió aclararse la garganta. ¿Cuánto tiempo duraría todavía la tormenta?, ¿Sería capaz de orientarse una vez que finalizase?

Dado que no tenía respuesta a sus preguntas, optó por no pensar en ellas. Se limitó a apretarse el manto a su alrededor, lo más pegada al suelo posible, con la esperanza de que la tormenta no la levantara en una de sus ráfagas y se la llevase volando. Había oído historias del estilo. Claro que habían sido sus hermanos quienes se las habían contado y no siempre se ceñían a la verdad.



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